martes, 20 de octubre de 2009

Trento Passaponti

La Humildad y el destino.


No es usual, desde luego, que el certero elogio de personalidades destacadas confluyan en un hombre en el cual la humildad pareciera haber sido la característica principal de cada una de las actividades de su vida. Juan Domingo Perón, Arturo Jauretche y el padre Leonardo Castellani, sin embargo, supieron coincidir en la valoración de Trento Passaponti.
Con un apellido que entró en la historia en la noche del 17 de octubre de 1945 cuando Darwin, su hijo de 18 años, fuera asesinado en la Avenida de Mayo cuando regresaba de la plaza histórica tras vivar al coronel rescatado por su pueblo, Trento con modesta hidalguía transitó conscientemente su destino antes y despues del trágico homicidio.
En San Carlos Centro, provincia de Santa Fe, había nacido en en 1898. Los sombolismos del hecho, que exceden la experiencia individual, no escaparon a su reflexión: "sin arraigo telúrico en el adelantazgo o en el virreinato o en el patriciado, tengo un orgullo de argentino de doble cuño. El orgullo de haber nacido de padres que se afincaron en esta bendita tierra en el mismo siglo en que nació la Patria, y el de tener el privilegio biológico de haber nacido antes de que muriera ese mismo siglo, en que San Martín, Belgrano, Dorrego, Rosas, Facundo y el Chacho entraron en la inmortalidad".
Su padre-que en Italia había sido obrero en una fábrica de pastas y en estas tierras un pequeño comerciante que se inició con la venta de carbón y produciendo cigarros de hoja- en 1904 retornó a Europa para que un especializado oculista tratara la afección de uno de sus hijos, pero once meses más tarde regresaría envuelto en nostalgia a la tierra que lo había atrapado y que Trento describirá, años después,   en La chacra del mangrullo.
Es en esa novela en donde deben buscarde recuerdos de la niñez y de la adolescencia pero también el pensamiento que los encuadra. "Creo que debemos favorecer- dice uno de los personajes- a los que se empeñan por hacer en el país, algo mas que sembrar trigo y criar vacas". El camino del estudio aparecerá así en el texto y en su vida teniendo a la ciudad de Santa Fe como lugar de referencia aunque es en representación de Tucumán que dejará una huella nítida: en abril de 1918 será uno de los firmantes del acta de fundación de la Federación Universitaria Argentina. Son de esos tiempos, además su colaboración en el periódico anarquista La protesta y su acercamiento al comunismo al que "me afiliá cotizándome como sostenedor de su órgano oficial". Recibido en la universidad en 1921 sabrá conjugar familia, prefesión e inquietudes intelectuales. Casado con Enedina Retamar trendrán tres hijos, Darwin y sus dos hermanas. La hora incierta, una obra de teatro de 1938, Arritmia y estampas de 1942 y los poemarios La larga espera de 1942 y Si a pan te sabe de 1943 serán los cuatro libros publicados en la época. De octubre de 1951, en cambio, es su Oración del descamisado: "Padre nuestro, Tú sabes / cuánto he sufrido, / que duro era mi pan, / qué magra mi ración, / antes que llegara Perón, / antes que Evita fuera / nuestra personera". Algunos meses atrás en septiembre de 1950, la había visitado para entregarle una donación. Ahora, ya de regreso de sus incertidumbres juveniles, le pedía al Señor por la salud de la enferma. Vale recordar, entonces, esta transformación.
"En 1934 el problema de educación de mis hijos- escribirá luego en Azul y Blanco- me trajo a Buenos Aires. La mayor ya llevaba un año en un establecimiento educacional religioso. Al llegar, los tres cursaron en el colegio de las Hermanas Dominicas. Darwin Ángel fue monaguillo. Asistí con una emoción nueva a la comunión de mis tres hijos. Pero yo me debatía en una nebulosa. Y lo que no pudo la reflexión y la meditación lo pudo el dolor. La muerte de mi hijo que pudo desencadenar una reacción negativa frente a un hecho cruelmente doloroso, halló en mi espíritu justificativo, ante el inescrutable designio de Dios. luego vino el desgraciado accidente que me significó la amputación de mi pierna izquierda. Convaleciente hice mi primera comunión".
Es en La yapa que acompaño a la tercera edición de Los profetas del odio, en tantoque Arturo Jauretche habla de "mi querido amigo Trento Passaponti". El 27 de agosto de 1965, en un breve discurso pronunciado en una cena en la que hombres de la política y de la cultura homenajeban al intelectual forjista, Trento habría de contar el origen de aquella amistad: "fue Jauretche quien llegó hasta mi casa, con la amplia sonrisa debajo del bigote hirsuto, traía en sus manos extendidas el doble regalo de su amistad y de su último libro". El anfitrión, emocionado, puntualizó en la oportunidad que "Jauretche llegaba a mi casa trayéndome su adhesión al contenido de una carta con la que yo contestaba un ataque absurdo contra los hijos de ascendencia gringa. Destaco la postura generosa de quien era una figura de relieve nacional ante un desconocido. Él me traía su amistad y la expresión de su simpatía a lo que era reacción de mi orgullo argentino".
Le estaba llegando el momento, a este hombre humilde, de acostumbrarse a los halagos de los maestros. Era ahora una carta fechada en Madrid el 20 de diciembre de 1967, lo que sorprendía "He recibido y le agradezco el envío de su libro La chacra del mangrullo así  como las generosas palabras de su dedicatoria. No sabe usted- le escribía al general Perón- el placer que he tenido al leerlo, porque yo he nacido en la estancia de mi padre en Lobos y he crecido después en otra estancia en la Patagonia, de manera que todo cuanto usted menciona me resulta casi familiar. Muchas Gracias por el buen rato que me ha proporcionado con tantos recuerdos".
Sería en marzo del año siguiente, en la revista Jauja, que el padre Leonardo Castellani completará estas sorpresas reseñando con su prosa rotunda el volumen " nunca he leído una narración como esta: el máximo de sencilles, el mínimo de material novelable, y se levanta al cielo, tosca y fuerte como un mangrullo. No es fotografía, es un pintor primitivo. Sólo en la Argentina se pudo escribir, elemental, honrada, de espaldas a la sofisticada y corrupta capital".
Al morir el 20 de febrero de 1969Trento Passaponti se había ganado a fuerza de humildad, trabajo y talento el reconocimiento del conductor del movimiento en que militaba y la amistad y respeto intelectual de dos cumbres del pensamiento nacional. La gente que lo conocía, desde luego, ya le había brindado también su respaldo. Aunque un decreto dictatorial de Arturo Frondizi le impidiera asumir el cargo, el 18 de marzo de 1962 era el pueblo el que lo había elegido intendente de Moreno.

           Pablo José Hernández 

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