jueves, 28 de enero de 2010

Latinoamérica: De Guayaquil a Bariloche

El el litoral pacífico por el río Guayas y a la vista del gigantesco Chimborazo, se encuentra la ciudad más poblada de la República del Ecuador, con unos del millones de habitantes. Supera así a la capital, Quito, que no supera el millón y medio, pero en la que el cruce de la latitud 0 con sus 2.800 metros de altura, la convierten, con sus permanentes 16 grados, en la ciudad de la eterna primavera.
Mucho calor y humedad habrán soportado en julio de 1822 los libertadores Simón Bolivar y José de San Martín, al entrevistarse para decidir el fin de la guerra de la Independecia.
Los intereses creados, y el espíritu de patria chica, además de la reserva de los protagonistas, forjaron la leyenda de un misterio. Por décadas, la escuela argentina como en una competencia deportiva, destacaba la modestia del hombre de Yapeyú, frente a la soberbia del caribeño. Bolívar se habría quedado con la gloria de terminar con la resistencia española abusando de su superioridad militar, y San Martín habría marchado a un discreto ostracismo.
La realidad se nos presenta distinta. No tendría mucha antupatía el vencedor de Chacabuco y Maipú hacia el libertador de Colombia, cuando murió, en Boulogne Sur Mer, tenía ante sus ojos un retrato de Bolívar pintado amorosamente por su hija Mercedes.
En Guayaquil se encontraron dos titanes. Los que habían hecho posible poner al león español al borde de la derrota, pero el venezolano era el jefe de su país y contaba con todos los medios necesarios. San Martín había sido abandonado por Santiago, Gobernado por los enemigos de O'Higgins, y sobre todo por Buenos Aires, donde su enemigo Rivadavia sacaba cuentas para cobrar a Chile y Perú los gastos argentinos en las campañas libertadoras.
San Martín no podía terminar su obra en el Perú, y ofreció ponerse a las órdenes de Bolívar. No era posible. Ambos sabían que no cabían los dos al mismo tiempo, y lo que importaba era terminar la gesta. Y San Martín dejó el mando y se fue, dando una lección de grandeza y desinterés. Pero, ¿fue menos grande Bolívar, quien tomo a su cargo el fin de la tarea, que culminó un 9 de diciembre de 1824, en Ayacucho?.
La independencia estaba asegurada*. Faltaba la unidadEl Libertador de Colombia intentó asegurarla al reunir en Panamá un Congreso continental. Primaron las influencias del Imperio Británico y la visión de patria chica de hombres que, como los comerciantes del puerto de Buenos Aires elegían ser cabeza de ratón.
En otros tiempos, otros gobernadores lucharon sin éxito por lograr la unidad soñada por los libertadores. No lo logró Irigoyen, con su prédica. No pudieron Perón, Vargas e Ibañez, por el anti argentinismo tradicional de Itamaraty. En 1982, la Guerra de las Malvinas puso de manifiesto la voluntad solidaria de nuestros hermanos del continente, pero las destas nacionales no pueden tener éxito cuando las conducen los asesinos del pueblo, cubriendo sus espíritus de cipayos con ropajes de patriotas.
Hoy estamos viviendo un momento clave. En Santiago de Chile, los presidentes americanos detuvieron un golpe racista y separatista en Bolivia. En Bariloche, en cambio, se hizo dura la discusión contra el rol que parece haber elegido el gobierno de Colombia, ¡nada menos que la que lleva el nombre continental bolivariano! para ser avanzada militar delImperio.
El 9 de julio de 1816, el Congreso de Tucumán declaró la independencia, no de la Argentina, ni siquiera de las Provincias del Río de la Plata, sino, como reza el acta de las Provincias Unidas de Sudamérica.
No es fácil la tarea, pero como respondió San Martín a Godoy Cruz, cuando le decía que no era cosa de soplar y hacer botellas:  para los hombres de coraje se han hecho las empresas.**

Enrique Manson

*Los argentinos no eran extranjeros en Chile o Perú. No se trataba de países diferentes, sino de distintos paisajes y tonadas de la Patria Grande.
**Al menos por entonces. No faltaría, más adelante, intentos imperiales para terminar con ella.


    

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