miércoles, 27 de enero de 2010

La mamá de Juanito
y una leyenda del bosque justicialista

Es interesante que Juanito Laguna, con cinco o seis años de edad, haya aparecido en 1960 abandonado en un basural, un lugar donde pocos años antes el peronismo había conocido los fusilamientos sumarios. Y también que Antonio Berni haya elegido borrar los rastros de aquel movimiento de masas, rastros con los que seguramente se cruzó buscando por el conurbano bonaerense chapas y residuos para sus excelentes obras de montaje. Sospecho incluso que Ramona Montiel fue peronista y que en algún rincón de su habitación guardaría un altarcito dedicado a Evita. ¿O acaso era una rara prostituta "marxista-leninista"?.
En 1955, la distadura militar que tomó el poder promulgó un insólito decreto-ley por el que se prohibía el uso o tenencia de cualquier imagen o símbolo que aludiera al gobierno depuesto, así como cualquier mención oral o escrita del mismo. Yo crecí con el miedo que provocaba en las barriadas populares cualquier contacto con ese material que era ocultado y destruído secretamente en los fondos de las casas.
En la década del '70 la asombrosa explosión de militancia sacó del letargo oscuro legado prohibido; ante mis ojos se revelaron sus imágenes revistas, libros, afiches y manuales. Adiviné un mundo, una utopía perdida de antiguas tecnologías futuristas, una arcadia de ciudades infantiles, atómicas, estudiantiles. La Argentina irrumpía en el mágico territorio de la consumación de los deseos.
Los diez años de peronismo fundacional dejaron un repertorio iconográfico sólo comparable al que generaron los grandes ideologías del siglo XX. Sin dudas, de ellas se nutrió el peronismo, desde la gráfica modernista del fascismo italiano y del constructivismo soviético hasta las hogareñas campañas del confort norteamericano de posguerra. Si a esto sumamos los trágicos registros de bombardeos, iglesias en llamas, lutos obligatorios, amputaciones y momias itinerantes, el conjunto es abrumador e ineludible. Sin embargo, tal vez cumpliendo los artículos de aquel decreto, la mayoría de nuestro pintores ignoraron este período, y si de pintar bombardeos se trataba, prefirieron la trajedia de Guernica a nuestra sangrienta masacre de Plaza de Mayo.
El arte político argentino excluyó de su canon al peronismo.
La madre de Juanito bien pudo ser una niña incluida en la nómina de los privilegiados habitantes de esas ciudades infantiles construidas a escala reducida, ensayo previo de la ciudad ideal, plenamente protegida por el estado. Una niña escolarizada, con su delantal blanco almidonado y rígido como eficaz exoesqueleto al que ninguna impiedad del capitalismo podría penetrar.
En esta serie de pinturas hay un relato de un dulce y trágico devenir con forma de leyenda infantil, una voluntad pedagógica carga a las obras con mensajes doctrinarios a la manera de aquellos libros de lectura escolar. La historia comienza con el rescate de la madre de Juanito por parte de Eva Perón, continuando su nueva vida protejida en la Ciudad Infantil. Cuando transpone su perímetro protector, la espera un bosque cargado de acechanzas; siguen sus peripecias con un prematuro embarazo y el nacimiento de Juanito fuera de los muros de la ciudad, en medio de feroces bombardeos. La madre de Juanito muere y él ya nunca tendrá su guardapolvo protector.


Daniel Santoro  



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